Si tuviéramos que destacar un aspecto único de Madeira que la diferencia de cualquier otro lugar en el mundo, sin duda estaríamos hablando de sus levadas. Son caminos que surcan la isla, atravesándola completamente y en todas las direcciones. Una red de más de dos mil kilómetros que acompañan en paralelo a largas acequias para el riego, construidas para permitir el acceso hasta ellas y favorecer su correcta conservación. Hoy, gracias a estos senderos, podemos deleitarnos con rincones apacibles o paisajes inolvidables en plena naturaleza.
Las levadas canalizaban el agua de manantiales, pozas, arroyos o torrentes en cotas uniformes de leve caída que recorrían suavemente las faldas de las montañas. Cada "lombada" (loma) posee a menudo varias talladas o incrustadas en diferentes alturas para recoger todo el agua posible. El resultado es una red de senderos cuya dificultad no radica en el desnivel (son todas asequibles y suaves), sino en superar el vértigo que producen algunos escarpes que atraviesan. Conviene ir bien calzado para no resbalar, y llevar el equipo necesario para alumbrar los túneles que, a veces excavados en la roca, cortan las paredes rocosas para permitir la continuidad de una levada.
Un corto viaje a Madeira, C.A. Babarro
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